sábado, 24 de noviembre de 2012

Vivencias.

Elegía locura y espinas.

La valiente es aquella que no teme a la muerte
que la propia mujer es.
Y sí,
capaz de mirar cara a cara a las situaciones
que forman parte de su propio despertar
en el mundo.
Porque si te reprimes, no llegas;
si quieres conservarte, simplemente te asfixias;
si buscas las energías universales de un mundo transpositivo,
sencillamente te proyectas.
Perder demasiado tiempo es un buen reclamo
para morir pronto,
y vivir pendiente del sueño y de la pesadilla,
es estar muerto en vida. Lo grandilocuente,
el gigantismo del momento,
es hacerse hueco entre tanto ruido de
maquinarias parlanchinas, de espejos con sombrero
y mentecatos con varilla.
Cuando ya no queda la Palabra, no temas,
se comulgará con la Ironía.

Este no es el fin,
es el emerger de un sobrepasar
para alcanzar otra posible isla, desterrada...
Invertido el mundo, hayose la fatalidad
de lo mezquino.

Abra usted el oído,
¿no escucha cómo claman los vendidos?

Aquellas que aún no han prohibido
el lenguaje prohibitivo, las que han sabido
escuchar con cuidado el silencio
de sus artemisas;
aquellas, han encontrado el escarpado y nativo
camino de la vuelta a ningún lugar,
del venir donde lo que se vislumbra
es el don de su cerrar.
¿Hemos cerrado demasiado? Me temo que sí.
Olvidados de haber olvidado, al cuidado
de esas plantas sin nombre,
de esos objetos desbocados...
Pero La Extranjera,
a Esa,
no la hemos dejado entrar.

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